domingo, 29 de diciembre de 2019

La muerte de Alejandro VI

La muerte de Alejandro VI es una de las cuestiones más enigmáticas y misteriosas acerca de la vida del segundo Papa Borgia. Desde el envenenamiento hasta la simple y accidental intoxicación,  pasando por la posibilidad de haber contraído la malaria, varias son las posibilidades para explicar el fallecimiento del Papa en extrañas circunstancias.

Alejandro VI falleció el 18 de agosto de 1503 tras varios días de estar postrado en cama, sufriendo vómitos, náuseas, fiebre y otros síntomas que evidenciaban que algo sucedía, máxime cuando César Borgia también sufría los mismos síntomas. A principios del mes de agosto el Papa y su hijo habían cenado en el viñedo del cardenal Adriano di Corneto, y una semana después ambos cayeron gravemente enfermos. Adriano había sido nombrado cardenal pocos meses antes tras comprar, literalmente, el cargo, debido a las necesidades económicas de Alejandro VI para llevar a cabo sus planes y mantener en Roma un ejército de mercenarios de cerca de 10 000 hombres. Debemos recordar que en este contexto los ejércitos españoles y franceses avanzaban por Italia para su enfrentamiento definitivo.

Un vaso de vino con César Borgia [Pintura de John Collier]. (1893)

Muy pronto surgió la idea de que se trataba de un envenenamiento, una sospecha corriente allí donde existían violentas rivalidades personales por la posesión del poder. Debemos entender que la sospecha de envenenamiento jugaba un papel en la vida política y cortesana del Renacimiento que para nosotros, hoy día, resulta inimaginable. Incluso cuando un papa, príncipe, alto eclesiástico o noble moría a una edad avanzada, surgía la sospecha de que este había sido envenenado, aunque no hubiese ningún tipo de prueba o indicio.

Así, una de las acusaciones que se imputaba a los Borgia era la de envenenar indiscriminadamente a los cardenales más ricos para apropiarse luego de sus riquezas y bienes. El mismo Alejandro VI facilitó a sus enemigos la propagación de estos infundados rumores, cuando en los últimos años comenzó a reclamar para el Papado las herencias de los cardenales fallecidos. Es cierto que el derecho canónico estaba de su parte en este sentido, pues no permitía a los cardenales dejar en herencia sus bienes a sus parientes sin la aprobación del Papa, pero esto no hizo sino dar fundamento a los rumores que circulaban.

Aunque la salud del Papa mejoró considerablemente, y en un momento se llegó a temer más por la vida de César que por la suya, finalmente Alejandro VI sucumbió mientras que César acabó sobreviviendo, aunque tardó en recuperarse. Así, el 18 de agosto de 1503 fallecía el Papa Alejandro VI tras once años a la cabeza de la Iglesia de Roma. Estaban tan seguros de haber sido envenenados que incluso antes de su muerte se ordenó ajusticiar a uno de los jefes de cocina.

Pero una de las teorías pone en el punto de mira esa cena una semana antes en la residencia campestre del cardenal Adriano, sosteniendo que Alejandro y César pretendían envenenarlo para hacerse con sus riquezas. El cardenal, sin embargo, habría descubierto el plan y habría hecho que los sirvientes cambiasen los platos, de forma que el Papa y su hijo (que rara vez comía en la mesa de su padre, pero en esta ocasión lo hizo) habrían sido víctimas de su propio veneno. Otros lo achacan directamente al error de uno de los sirvientes al suministrar la ponzoña. No obstante, hoy sabemos que en la época no se conocía ningún veneno con efectos a tan largo plazo, aunque se pensase que a través de ritos mágicos y demoníacos se podían prolongar los efectos de un veneno durante semanas, meses e incluso años.

Sin embargo, ¿qué motivos habría tenido Alejandro para envenenar a Adriano? Debemos tener en mente que había sido promovido al rango de cardenal pocos meses antes, y a pesar de que había sido una compra del cargo, su encumbramiento respondía a un motivo diferente que al resto de cardenales, no por interés ni por ser español o para contentar a Luis XII de Francia, sino por las simpatías que le profesaba el Pontífice. Además, esta teoría cae por su propio peso por un simple motivo: si el envenenamiento hubiera sido por cantarella (veneno que la leyenda negra atribuye a los Borgia como arma principal), los cuerpos se habrían preservado cierto tiempo, pues uno de sus ingredientes principales, el arsénico, es capaz de preservar los cuerpos de la descomposición. De esto modo, la rápida descomposición del cadáver de Alejandro VI, en la que muchos ven prueba de que fue envenenado, es sin embargo prueba contundente de que no pudo haber sido víctima de la cantarella. Así, una de las teorías plausibles es la de que Alejandro VI y César fueron víctimas de una infección de Malaria, cuya virulencia en los veranos romanos está más que probada.


Lo cierto es que muy probablemente jamás sepamos con certeza como murió el segundo de los Papas Borgia, aunque únicamente debemos aceptar las posibilidades verdaderamente plausibles, aquellas que pueden ser respaldadas. La teoría del envenenamiento autoinflingido tras tratar de envenenar al cardenal Adriano es, desde mi punto de vista, una parte más de la enrevesada leyenda negra que afecta a los Borgia, que llegó incluso a afirmar que, en su lecho de muerte, Alejandro VI había suplicado al diablo una última prórroga del pacto que había cerrado con él tras la muerte de Inocencio VIII. Incluso se dijo haber visto a siete demonios en la cámara del pontífice, aguardando a que muriese para arrastrarlo a las profundidades del averno.

Sin embargo, la posibilidad de envenenamiento sí que es plausible, máxime si tenemos en cuenta todos los enemigos que tenía Alejandro VI que querrían verlo muerto, pero es prácticamente imposible que fuese envenenado en la cena de Adriano di Corneto. Quizás, como otros han planteado, esta fue utilizada por su anfitrión como coartada para cubrirse las espaldas ante el verdadero envenenamiento, varios días después. Como ya hemos dicho, nunca sabremos con certeza qué ocurrió realmente en ese verano de 1503. Lo que sí sabemos con seguridad es que la muerte del cabeza de familia significó la caída del poder de los Borgia, cuya leyenda negra se intensificaría en los años posteriores por la propaganda y mentiras de sus enemigos.

BIBLIOGRAFÍA EMPLEADA
Collison-Morley, L. (1990): Los Borgia. La turbulenta historia del Papa español Alejandro VI y sus hijos César y Lucrecia. Barcelona: Ediciones Acuario.
Schüller-Piroli, S. (1991): Los Papas Borgia: Calixto III y Alejandro VI. Valencia: Edicions Alfons el Magnànim.
Symons, J. A. (1997): Los Papas del Renacimiento. Madrid: Fondo de Cultura Económica.

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