jueves, 2 de enero de 2020

La política matrimonial de Alejandro VI (Parte 1)

La siguiente entrada va a tener un carácter doble, pues va a ser desarrollada en dos partes, la primera en este blog y la segunda en el de nuestra compañera Paula, dedicado a Lucrecia Borgia. Como su título indica, la entrada va a estar dedicada a la política matrimonial de Alejandro VI, en la que sus hijos fueron peones en una serie de maniobras y manejos políticos encaminados a asegurar la soberanía del Papa sobre los Estados Pontificios y la Italia de la época, en el marco de la lucha por el equilibrio italiano.

La familia Borgia [Obra de Dante Gabriel Rossetti, siglo XIX]

Sin embargo, su política matrimonial también se vio encaminada a otros frentes, como es el caso de su hijo Juan, que recibió el testigo de su hermano Pedro Luis cuando este murió, heredando el ducado de Gandía y los títulos y posesiones de este. Con Pedro Luis se intuye ya la intención de Rodrigo, cuando aun era cardenal, de reforzar la posición de su Casa en su tierra de origen, España, pues consiguió que su primogénito fuera aceptado en la Corte de los Reyes Católicos, logrando además un compromiso matrimonial con una prima del rey Fernando, María Enríquez de Luna, hija del almirante de Castilla. Cuando Pedro Luis murió su hermano Juan tomó el testigo, heredando no sólo sus títulos nobiliarios y su patrimonio sino también el matrimonio concertado, desposándose con María Enríquez, de forma que el reforzamiento del linaje de los Borja en la Península Ibérica parecía asegurado, convirtiéndose estos en una de las Casas nobiliarias más importantes de la Península, ciertamente la principal del reino de Valencia.

Por otro lado, César y Jofré iban encaminados a la carrera eclesiástica, aunque la cosa pronto cambiaría, pues el rey Ferrante de Nápoles haría una interesante oferta a Alejandro VI para tratar de paliar su delicada posición en su reino. La firma del Tratado de Barcelona por parte de los Reyes Católicos con el rey de Francia, Carlos VIII, significaba que estos se desentendían de lo que le pudiera suceder a su primo el rey de Nápoles. Asimismo, los intereses de Isabel y Fernando por asegurar el apoyo papal que defendiera su derecho a las tierras descubiertas por Colón provocaron que estos hicieran caso omiso a las quejas que su primo les enviaba acerca del Papa. Esto hizo que Ferrante tratase de encontrar un nuevo aliado en el Papa, tratando de contrapesar la alianza matrimonial con Milán con una propia, ofreciendo dos princesas de su casa real para César y Jofré, lo que implicaría para estos abandonar sus carreras eclesiásticas.

Busto de Ferrante I de Nápoles, Museo del Louvre [Fotografía de Wikipedia]

La oferta resultaba ciertamente interesante para el Papa, que podía ver como Nápoles, uno de los estados italianos más influyentes y poderosos que, por su enfrentamiento con Milán, había quedado fuera de la Liga Santa, se integraba ahora en ella, pasando a ser un aliado muy ventajoso. No obstante, Alejandro VI consideraba necesario que al menos uno de sus hijos permaneciese en la carrera eclesiástica, eligiendo a César por la elevada posición que ya ostentaba este, mientras que Jofré contraería finalmente matrimonio con Sancha de Aragón y Gazela, hija ilegítima del nuevo rey de Nápoles, Alfonso II, que sucedió a Ferrante tras la muerte de este. De hecho, la boda se celebró reinando ya el padre de Sancha, pues Alejandro VI se negó a enviar a su joven hijo a la corte napolitana mientras viviera al malvado Ferrante, que murió de hecho sin haber confesado sus pecados y recibido los últimos sacramentos de la Iglesia.

Interesante resulta que el embajador español no acudió al enlace entre Jofré y Sancha, lo que pudo dejar entrever por primera vez las aspiraciones de Fernando el Católico al trono napolitano, algo de lo que Alejandro VI se debió de dar cuenta, pues dio instrucciones a su hijo Juan para que se ganase el favor de los reyes de Castilla y Aragón, a los que debía tratar con sumo cuidado, especialmente a Fernando.

Sin embargo, César sí que acabaría contrayendo matrimonio, aunque varios años más tarde y en un contexto muy distinto: en el del viraje diplomático del Papa hacia la alianza francesa, con el nuevo monarca galo, Luis XII, que se mostró muy inclinado a lograr un matrimonio con una dama francesa para César y a integrar a este como uno de los grandes nobles de Francia. Así, en el verano de 1498 César Borgia abandonaba la púrpura y todos sus títulos eclesiásticos para casarse con la princesa franco-napolitana Carlota de Albret, recibiendo asimismo el ducado de Valentinois y otra serie de títulos nobiliarios, estableciendo Alejandro VI una curiosa alianza con el estado que había sido en el pasado su acérrimo y peligroso enemigo, que ahora sin embargo podía resultar mucho más útil como aliado, en contraposición a una Monarquía Hispánica que se volvía más y más poderosa y que daba cada vez más muestras de sus pretensiones a la corona de Nápoles.

Luis XII de Francia [Fotografía de Wikiwand]

Alejandro VI tuvo muchos más hijos con otras mujeres. Algunos, como su primogénita Isabel, no fueron determinantes para la política matrimonial del Papa; otros, sin embargo, eran muy jóvenes para planificar su futuro o incluso nacieron de manera póstuma, como es el caso de Rodrigo, nacido en 1503 poco después de la muerte de su padre. Pero el gran peón de Alejandro en las luchas políticas de la Italia de la época fue, sin duda, la única hija que tuvo fruto de su relación con Vanozza Cattanei, casada, divorciada, viuda de su segundo marido y desposada de nuevo, y quizás la principal víctima de la leyenda negra que acecha a la familia valenciana: Lucrecia Borgia.

Para la segunda parte de la entrada, pincha aquí

Lucrecia Borgia [Obra de Bartolomeo Veneto, siglo XVI]


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