Las TIC en el MAM

El día 23 de octubre tuve la oportunidad de visitar el Museo Arqueológico de Murcia (MAM), como parte de una práctica de la asignatura. En ella, el director del museo tuvo la amabilidad de mostrarnos y explicarnos como el MAM se ha ido adaptando a los tiempos, evolucionando y, poco a poco, incorporando las NTICs en su día a día. En un mundo como el de hoy, en el que todo es ya personalizado, en el que en lugar de ver la televisión, vemos la película o serie que queremos cuando queremos; en el que en lugar de escuchar la radio podemos escuchar la canción que queremos cuando queremos; en un mundo en el que el usuario se ha acostumbrado a ser capaz de personalizar sus experiencias, los museos deben adaptarse a la nueva situación, deben evolucionar, deben adaptarse al nuevo lenguaje del público, pues quedarse atrás implicaría la pérdida de interés por parte de la ciudadanía, que es para la que, a fin de cuentas, se conserva el patrimonio y se mantienen los museos.

Y es en este sentido donde entran en juego las TIC. Pero no en cuanto a las bases de datos, a las páginas web o a las catalogaciones de los millones de ítems que un museo posee en almacén. Todos esos aspectos ya no son algo nuevo, ya no son algo innovador. Que hoy día un museo posea una web no es ni innovador ni opcional, es prácticamente una obligación, pues la ausencia de ella sería considerada por el usuario como una gran falta.

Precisamente por esto el MAM va más allá y realmente está implementando, día a día y poco a poco, las nuevas tecnologías. Y lo hace a través de un nuevo tipo de etiqueta, un paso más respecto a los códigos QR, que permite al usuario acceder, a través de la aplicación móvil NaviLens GO, no sólo a texto adicional sino también a imágenes, vídeos, mapas, fotografías en detalle, etc. Cualquier contenido de Internet se puede enlazar a esta aplicación, que además no lo descarga en el dispositivo, de manera que ocupa muy poco espacio en el teléfono del usuario.


Estas etiquetas vienen en distintos tamaños, pues no solo se utilizan para ofrecer al visitante más información acerca de una pieza en concreto, sino también para proporcionar información más general, como datos sobre un período histórico, la historia del museo o incluso los horarios de este. En este sentido, según el tamaño de la etiqueta los dispositivos móviles podrán leer esta desde una mayor o menor distancia, aunque debo reconocer que me sorprendió gratamente la capacidad de la aplicación de leer las etiquetas desde distancias considerables, incluso desde el otro lado de la sala.


De esta forma, los distintos tamaños marcan los distintos niveles de las etiquetas respecto a la información que ofrece, desde las más grandes, aquellas con información más general o importante, hasta las más pequeñas de todas, que son las que enlazan a información adicional sobre una pieza en concreto. De este modo, cambia radicalmente la manera de ver el museo, de visitarlo, pues cada visitante profundizará en lo que más le interese, omitiendo aquello que no le resulte interesante o útil. En definitiva, gracias a estas etiquetas se hace posible un museo a la carta, en el que el usuario tiene un mayor grado de control sobre lo que ve. Se evita saturar el museo con paneles plagados de información pero esta sigue estando disponible para aquel al que realmente le interese. Es decir, el museo se adapta al nuevo lenguaje del mundo de hoy, empleado sobre todo por los más jóvenes, pero también por personas de más edad, de otras generaciones, que nunca habrían sacado su teléfono móvil en un museo y ahora lo hacen, porque también ven las ventajas de las NTICs y están dispuestas a aprovecharlas.

Igualmente, otro gran beneficio de la implementación de estas etiquetas en el MAM es la posibilidad de hacer más accesible el museo a personas con discapacidad visual, a través de otra aplicación, NaviLens, que detecta las etiquetas de forma automática al estar cerca de ellas, sin necesidad de enfocarlas, de manera que aquellas personas con discapacidad visual puedan también acceder a información complementaria, aunque en menor medida, ya que esta aplicación es más reducida, no enlaza a fotos o vídeos, ni por supuesto a texto, sino a archivos de audio. Incluso es capaz de orientar a esas personas con problemas visuales para poder moverse por el museo y realizar una visita que merezca la pena. De hecho, NaviLens no se utiliza sólo en museos, sino también en estaciones de metro, de autobús... de toda España, haciendo el transporte público más accesible para aquellas personas que lo necesitan. Por aquí abajo dejo un vídeo en el que se muestra el uso de NaviLens en el Museo del Teatro Romano de Cartagena, de la misma forma que se hace en el MAM.


Bien, hasta ahora hemos hablado de las ventajas que todo esto conlleva, pero ¿y los inconvenientes? ¿Y los puntos negativos, las partes a mejorar? En primer lugar, creo que, aunque el uso de las NTICs es altamente recomendable, si no estrictamente necesario actualmente, tampoco podemos pasar a ser esclavos de la tecnología. Pienso que uno de los mayores riesgos en el caso de estos códigos en los museos es ir condensando toda la información en este tipo de aplicaciones y cada vez dejar menos en el plano físico, en los tradicionales carteles, que siguen siendo necesarios, pues no todo el mundo tiene acceso a un dispositivo móvil. No quiero decir con esto que este sea el caso del MAM, pues no lo es, creo que el equilibrio entre la información en formato físico y la contenida en la aplicación es el correcto, pero al pensar en posibles inconvenientes me viene ese a la mente. En segundo lugar, otro de los riesgos que veo es el de utilizar estas etiquetas cuando no hay necesidad de ello, lo que podríamos llamar una «sobreexplotación» de este recurso. Y en este caso debo decir que el MAM sí que incurre en este error. En la siguiente fotografía se puede apreciar:


A esta información se accedía al escanear la etiqueta que aparecía junto a la pieza que se muestra. ¿Por qué se ha creído necesario emplear esta tecnología en este caso? La información a la que se accede es mínima, apenas siete palabras, y ni siquiera complementaria, pues en el propio cartel físico ya aparece información más detallada y específica acerca de la pieza: yacimiento en el que se halló, período histórico, tipo de decoración, etc.


Tampoco proporciona la posibilidad de girar la fotografía para ver la pieza desde otros ángulos, de acceder a algún vídeo explicativo, a fotografías del yacimiento donde se encontró... Es, en conclusión, un uso a todas luces innecesario, que no aporta nada nuevo ni mejora la experiencia de la visita. Si el empleo de la tecnología no va a aportar nada significativo, este no está justificado, carece de sentido.

Finalmente, y a modo de reflexión, ¿podría resultar todo esto útil a la hora de organizar una exposición acerca del protagonista de este blog, de Alejandro VI y de su familia? Dicho de otro modo, ¿que NTICs podrían emplearse en ese caso? Las etiquetas, por supuesto, serían un gran punto a favor, tanto para ayudar a personas con discapacidades visuales a desplazarse por el museo como, sobre todo, para poner a disposición del usuario información adicional y complementaria, de forma que la exposición no estuviese saturada de carteles de texto, pero que cualquier persona que lo deseara pudiese acceder a más datos, pues al final, cuando se trata de personajes históricos tan conocidos, la cantidad de información disponible acerca de ellos es descomunal.

En definitiva, las TIC nos abren todo un nuevo universo de posibilidades en el ámbito educativo y de difusión del conocimiento histórico, pero debemos ser cautelosos y no caer en los errores que ya hemos mencionado. Siempre debemos hacernos la pregunta de si, a la hora de implementar una nueva tecnología en un museo, una exposición... esta, de algún modo, va a hacer la experiencia más enriquecedora o accesible. Si la respuesta es negativa, estamos perdiendo tiempo y dinero, recursos que podríamos emplear en otras cuestiones o aspectos que de verdad lo requieran o se vayan a beneficiar de ello.

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