jueves, 12 de diciembre de 2019

Las Bulas Alejandrinas

La entrada de hoy va a estar dedicada a uno de los temas más importantes y conocidos de la vida de Alejandro VI: las Bulas Alejandrinas. Con ese término conocemos a las cinco bulas que en 1493, apenas un año después de asumir el solio pontificio, expidió el papa Alejandro VI a los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, con el objetivo de otorgar a los monarcas, por un lado, el derecho de conquista sobre las tierras descubiertas y aquellas por descubrir, estableciendo la línea a partir de la cual podían los soberanos españoles conquistar; y, por otro, la obligación de evangelizar ese nuevo territorio.

Durante el siglo XIV Roma había tendido a favorecer la expansión marítima portuguesa sobre la castellana. Portugal,con la reconquista de su territorio peninsular terminada, podía centrarse de lleno en la expansión ultramarina, mientras que Castilla se veía limitada no sólo por la pervivencia al sur de su territorio de un último reino musulmán peninsular sino también por sus divisiones y conflictos internos.

Sin embargo, cuando Colón regresó de su primer viaje del Nuevo Mundo con el fin de comunicar su descubrimiento, los Reyes Católicos se apresuraron a solicitar al pontífice una serie de bulas que blindaran sus derechos sobre las tierras recién descubiertas y aquellas por descubrir, lo que se pensaba aun que eran simples islas, de forma que ningún otro rey o estado extranjero, especialmente Portugal, pudiera interferir y reclamar para sí parte del Nuevo Mundo. El poder de decisión del Papa de Roma en este sentido se basaba en la convicción medieval de que los papas, como supremos señores feudales, poseían el derecho de adjudicar todo imperio insular se hallase este donde se hallase. Es la doctrina del «derecho de islas», cuyo origen está en el monje benedictino Hildebrando, el posterior Gregorio VII, en el siglo XI.

Primer desembarco de Cristóbal Colón en América [Dióscoro Puebla, 1862]

Así, Alejandro VI, experto en derecho y en los asuntos de una Cancillería pontificia que había gestionado eficientemente durante 35 años, preparó con rapidez cinco complicados documentos que establecían una línea divisoria , de polo a polo, entre los imperios ultramarinos de Castilla y Portugal, cien millas al oeste de las Islas de Cabo Verde. En total fueron cinco bulas.

En primer lugar, la breve Inter Caetera I, expedida el 3 de mayo de 1493, cuyo nombre pudo ser elegido por Alejandro VI con el fin de ser considerado un continuador de la obra de su tío, Calixto III, quien en 1456 otorgó a Portugal una bula con el mismo nombre. Ese mismo día se expedía también el segundo de los documentos, la bula Eximiae devotionis, que dejaba claro que los derechos de soberanía españoles no serían en ningún punto menos completos que los de los portugueses. Un día más tarde, el 4 de mayo, se otorgaba una tercera bula, Inter Caetera II, titulada como la primera y muy similar a ella, en la que se establecía la definitiva línea divisoria y, por tanto, las respectivas zonas de influencia. En ella, además, Colón era exaltado al máximo y se establecía también la obligación de evangelizar los nuevos territorios. 

Meses después, concretamente el 25 de junio, se expedía la bula Piis Fidelium (de alguna forma una réplica de la Inter Caetera de Calixto III), dedicada a los proyectos misioneros de Fray Bernardo Boil. Finalmente, el 26 de septiembre de 1493 se publicaba la última de todas las Bulas Alejandrinas, la Dudum Siquidem, conocida como la de la «máxima extensión de la demarcación y jurisdicción», que amenazaba incluso con la excomunión a aquellos que se atreviesen a desobedecer lo establecido por el Papa en las bulas. De este modo, en poco más de cuatro meses Alejandro VI había elaborado, firmado y sellado los que son los primeros documentos públicos existentes sobre América, que ciertamente pertenecen a un período de transición tanto política como religiosa.

Mapa del Tratado de Tordesillas [Fotografía de National Geographic, s. a.]

No obstante, las fricciones entre Portugal y España no se suavizarían con estas bulas, sino todo lo contrario, pues el rey portugués Juan II no aceptaría tal intervención pontificia en favor de Castilla, en base a la tradicional supremacía portuguesa sobre la Corona castellana, proponiendo una variación en la línea divisoria. Las tensiones podrían haber acabado en guerra pero, finalmente, se llegó a un acuerdo en el célebre Tratado de Tordesillas, firmado en 1497 por los embajadores de Portugal y Castilla, en el que se acordó llevar a 270 leguas más al oeste la línea demarcatoria, en total a 370 leguas de las islas de Cabo Verde, aunque el conflicto entre Portugal y España no se cerraría definitivamente, ni mucho menos. De esta forma es como Portugal obtendría su gigantesco imperio del Brasil, aunque como cuestión de principio la división realizada por Alejandro VI sería válida hasta finales del siglo XVIII, casi trescientos años más tarde.

Lo cierto, en definitiva, es que Alejandro VI hizo mucho por España, no sólo por favorecer años atrás la unión dinástica de castilla y Aragón al apoyar a la recién casada pareja sino porque ahora allanaba a su patria de origen el camino para convertirse en una potencia mundial de primer orden. Gracias a él Castilla pudo comenzar a formar su vasto imperio territorial y la Monarquía Hispánica pudo convertirse en uno de los imperios más grandes que el mundo había visto jamás. Cualquier otro habría pasado a la Historia como uno de los más grandes entre los grandes, pero de él, aunque de él, del Papa Borgia, solo se recuerdo lo malo.

BIBLIOGRAFÍA EMPLEADA
Sánchez, A., Castell, V. y Peset, M. (1994): Alejandro VI, Papa valenciano. Valencia: Consell Valencià de Cultura.
Schüller-Piroli, S. (1991): Los Papas Borgia. Calixto III y Alejandro VI. Valencia: Edicions Alfons el Magnànim.
Vander Linden, H. (1916): Alexander VI and the Demarcation of the Maritime Colonial Domains of Spain and portugal, 1493-1494, The American Historical Review 22, pp. 1-20.




No hay comentarios:

Publicar un comentario